César Sánchez Beras
martes, 13 de marzo de 2012
La llovizna del ser
Llueve sobre la senda que me acerca a tu abismo.
Llovizna un laberinto de pájaros violetas,
llueve una angustia rancia, un dolor de otros tiempos
llueven muecas y espejos mojándome esta pena.
Llueve sombras, me niego y comienzo a ser otro
existo solamente cuando tu voz me nombra,
y soy evanescente, humo fugaz, delirio.
Corporeidad posible naciendo de tu boca.
Tu cuerpo me reclama con su sed primitiva,
el agua de los huesos, es médula divina,
esa vieja llovizna que nos da la existencia.
Llueve, dejo de ser y comienzo a ser otro
mi cuerpo es ese río que corre hacia la noche
donde llueve tu boca sus pájaros violetas.
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