César Sánchez Beras

César Sánchez Beras
Nació en el año 1962. Es doctor en Derecho (Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1988). Ha publicado los libros: Memorias del retorno, 1993, Travesía a la quinta estación, 1994, Con el pie forzado, 1994, En blanco y negro, 1995; Comenzó a llenarse de pájaros el sueño, 1999; Trovas del mar, 2002.- Premiaciones: Primer lugar Concurso Nac. de Décimas, 1990, Primer lugar Concurso Nac. de Décimas (Cedee) 1991, Segundo lugar Concurso Nac. de Décimas Juan A: Alix; Premio Nacional de Poesía (RD) 2004 -Premio Nacional de Literatura Infantil (RD) 2004; Maestro del año, Premios Círculos Dorados, Massachussets; Elegido como maestro del año, por la premiación “Quien es quien dentro de los maestros de Estados Unidos, en fecha 2001 y 2004; Padrino del Desfile Dominicano 2003, Lawrence, Massachussets, Poeta Laureado por Cambridge College (2004). Actualmente trabaja como maestro de español y literatura en Lawrence High School, Lawrence, Massachussets, donde junto a su labor de activista cultural, se desempeña como columnista del Periódico Siglo 21 y de la Revista Imagen Hispana. * Durante el periodo constitucional 1996-2000, fue Asesor Cultural del Consulado Dominicano en Boston (honorífico).

martes, 6 de diciembre de 2011

La navidad definitiva

Por César Sánchez Beras 

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“... Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:  que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.  Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.  Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: !Gloria a Dios en las alturas,

    Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!...”
 Lucas, 2: 11-14 ( Edición Reyna-Valera 1960)

Posiblemente ninguna otra festividad sea celebrada tan uniformemente como es celebrada la natividad de nuestro señor. En todos las culturas, en todas las lenguas, en todas las épocas, la navidad es una fiesta que aglutina a las familias, a los miembros de las colectividades, a los comerciantes, a los cantantes, a los artistas, a los diseñadores, a todos los eslabones de la sociedad. 

Pero tanto la navidad como fiesta sagrada,  como la navidad como  momento de paroxismo  comercial de la temporada, está atravesando por grandes sacudidas en sus raíces. Su lugar de nacimiento desde el punto de vista geográfico es todo un rompecabezas teológico, pues el nacimiento del señor ocurre como hecho físico, en un territorio que  al momento de recibirlo, ya presentaba convulsiones sociales y políticas.   Su venida anuncia el nacimiento del salvador del mundo y el regocijo de la providencia con los hombres de buena voluntad, pero fue recibido y juzgado por una sociedad que no entendió su mensaje de amor y que aun hoy, dos mil años después, todavía se muerde la cola, en una circularidad viciosa, de violencia, ingratitud, negación y fanatismo. 

Nada ha valido el simbolismo de nacer en un pesebre, él, que es rey de reyes y señor de señores. Nada ha valido el ejemplo de venir a cumplir la ley y no ha transgredirla, él,  que nació del Dios vivo, creador de cielos y tierra y de quien se necesita el permiso, para que una hoja caiga en otoño, o una nube se desgrane en aguacero. Nada ha valido su prueba de humildad, de comer con los infieles, lavarle los pies a los alumnos, ser justo con la pecadora o cenar en la casa de un recaudador de impuestos, los  que los seguimos nos empeñamos en tener las pompas que él rehusó y sentarnos primeros a la mesa, cuando a los llamados  se le niega la puerta de entrada.

Nada ha valido su mensaje de acción basándose en dar sin recibir,  a no escribir libros, sino hablarle “cara a cara”  a los sedientos de la palabra tierna, a no tener ejercito ni espada, que impongan sus verdades, sino poner la mejilla para que la verdad se imponga sola. Hoy que con dos mil años de ver su ejemplo y escuchar su palabra nosotros  pedimos prueba sobre prueba de  su amor como si fuera un rigor científico, mientras negamos la convicción del centurión que no pidió la prueba del milagro, sino la promesa contenida en su palabra, para que donde se encuentre el mal, por su nombre poderoso, se acabara. 

Duele tanto ver la parafernalia en torno a su nacimiento físico, como duele ver la ceguera en torno a  su nacimiento diario. Porque la natividad es a fin de cuentas un milagro repetido del amor, un hecho repetido hasta el infinito, pues Dios nace cada vez que cumplimos nuestro deber de padre, nuestra obligación de hermanos, nuestro mandato de amigo, nuestra obligatoriedad de ciudadano, nuestra responsabilidad compartida de miembro  de la raza humana.

Por eso debemos de ejercitar nuestra celebración navideña, reinventarla como mito y como realidad, rediseñar nuestro espíritu de celebración y ampliar la cobertura de nuestras alegrías. Que por cada bombilla que adorne nuestra casa, demos una bendición por lo recibido y lo por recibir. Que por cada tarjeta navideña que enviemos, agreguemos al mensaje un “ Dios te bendiga”, que por cada regalo bajo el árbol de pino de nuestra sala, demos un abrazo sanador a quienes se sienten abandonados en la cuesta abajo de la vida, que por cada bocado que degustemos en la mesa con nuestra familia, pidamos de corazón que no le falte comida al resto de nuestros hermanos en todos los rincones de la tierra.

Quizás y solamente quizás, el nacimiento sea enteramente cierto y no este dolor que presumo en la cara del que vino a ser mediador entre el padre y los mortales. Cada fusil que apunta al pecho de nuestro semejante es sin duda un dolor que se encona en el pecho omnisciente del creador. Cada niño que deambula sin hogar, sin asistir a la escuela, sin haber comido en días, es un pequeño Dios que deambula en procura de que lo veamos en ese que excluimos con nuestras ambiciones.
  
Porque la navidad no será definitiva hasta que sea justa y proporcional para todos. La navidad será  una ración de felicidad que  ofende a quien la inspiró con su llegada, mientras unos mueran por hartazgo y otros por carencia.
  
 Pero debemos celebrarla en su honor  con júbilo sincero y con  conocimiento de causa. Debemos celebrarla con la esperanza de  ser mejores y con la voluntad de lograr la igualdad social, que anuncia la igualdad espiritual ante el Dios verdadero. Solo compartiendo la alegría seremos acreedores de la felicidad, pues la vida es un don que compartiéndolo es que se merece.
  
Esta navidad nos encuentra en un mundo convulso, entre guerras fraticidas y hambrunas y enfermedades. Nos encuentra en medio del desasosiego de no saber si despertaremos en medio de una hecatombe mundial o de un cataclismo de la naturaleza. Pero esta navidad es un milagro repetido y la certeza inequívoca de que Dios aun confía en la capacidad de regeneración de sus siervos. Celebremos la navidad, con gozo, con regocijo y con la convicción de que nuestra ventura  tiene por costo, que los demás también alcancen la dicha, pues nadie puede reír completamente si olvidamos  que el que llora a nuestro lado es definitivamente nuestro hermano.

1 comentario:

  1. Porque la natividad es a fin de cuentas un milagro repetido del amor, un hecho repetido hasta el infinito, pues Dios nace cada vez que cumplimos nuestro deber de padre, nuestra obligación de hermanos, nuestro mandato de amigo, nuestra obligatoriedad de ciudadano, nuestra responsabilidad compartida de miembro de la raza humana.Bendiciones para ti Cesar Sanchez gracias por tu palabra.

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