César Sánchez Beras

César Sánchez Beras
Nació en el año 1962. Es doctor en Derecho (Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1988). Ha publicado los libros: Memorias del retorno, 1993, Travesía a la quinta estación, 1994, Con el pie forzado, 1994, En blanco y negro, 1995; Comenzó a llenarse de pájaros el sueño, 1999; Trovas del mar, 2002.- Premiaciones: Primer lugar Concurso Nac. de Décimas, 1990, Primer lugar Concurso Nac. de Décimas (Cedee) 1991, Segundo lugar Concurso Nac. de Décimas Juan A: Alix; Premio Nacional de Poesía (RD) 2004 -Premio Nacional de Literatura Infantil (RD) 2004; Maestro del año, Premios Círculos Dorados, Massachussets; Elegido como maestro del año, por la premiación “Quien es quien dentro de los maestros de Estados Unidos, en fecha 2001 y 2004; Padrino del Desfile Dominicano 2003, Lawrence, Massachussets, Poeta Laureado por Cambridge College (2004). Actualmente trabaja como maestro de español y literatura en Lawrence High School, Lawrence, Massachussets, donde junto a su labor de activista cultural, se desempeña como columnista del Periódico Siglo 21 y de la Revista Imagen Hispana. * Durante el periodo constitucional 1996-2000, fue Asesor Cultural del Consulado Dominicano en Boston (honorífico).

viernes, 30 de diciembre de 2011

El mar que mi angustia inventó




No me duele la ausencia de tu risa de otoño
ni tu boca guerreando sin duelo en la penumbra.
No me duelen tus manos que aprendieron mi cuerpo
ni mis manos de tierra que en tu piel fueron lluvia.

No me duele este irme del fondo de tus pasos
ni tu irte del fondo de mis noches vacías
Me duele este quedarme en las mismas congojas
sin los pájaros nuevos que inventó tu alegría.

Yo no niego las flores que nacieron por verte
ni la música cómplice ni la tarde que hiere
en la canción de Silvio o el cuadro de Van Gogh.

Lo que duele es mirar perderse tu tranvía
embriagarte de sombras y allá en la lejanía
beberte el mar grisáceo que mi angustia inventó


©César Sánchez Beras


No dejes que se muera




No dejes que al amor que hay en tus ojos,
le llegue el otoño más sombrío.
No dejes que esta sed del cuerpo mío,
convierta todas mis flores en abrojos.
No dejes que este fuego se me acabe,
sin que lo aliente tu boca con su llama.
No permitas que la nieve del mañana,
ponga su escarcha y mi voz se apague. 

Ven y reclama tu sitio en el banquete, 
y ante la corte que anuncia el deleite,
rasga los velos y enciende tus cirios. 
Porque el amor solamente abre sus puertas,
a quien las bridas de la pasión sujeta,
sobre el caballo de todos los martirios.

©César Sánchez Beras

La niña de los puentes




¿Quién es esa
que enamora mis pasos
desde la última esquina de su miedo
y la angustia?
que se cruza de brazos encima de los puentes
que le miente al recuerdo de todos los amantes
besándose a sí misma
abrazada a su sombra
¿quién es esa
que entierra en voz de Safo sus límpidos navíos
la que esconde los vientos en su trenza amarilla
náufraga del goce irredento y sublime
con cabellos que crujen como címbalo en llama?
Esa
piedra lunar
crepúsculo de fuego
cayena luminosa y pezones de lilas
la que lleva mi rostro en sus manos pequeñas
mientras corre desnuda por la puertas del sueño.

©César Sánchez Beras

Diálogo con Alfonsina



Del fondo de los mares regresan tus sandalias
canción de algas y sombras que en ti amaron los peces
caminante furtiva tornada en caracolas
del fondo de nosotros regresan tus caminos
el verso que embriagaba tus noches de infortunios
el sueño que incendiaba tus límpidas banderas
del mar de los amantes regresan tus pupilas
tus delfines secretos, tus húmedas quimeras
¿por qué beberse todos los mares de la noche
novia de Poseidón crustáceo sideral?
¿por qué querer cantar las sílabas del agua
esa canción eterna de los ríos interiores
que humedecen los ángeles que pueblan la memoria?

del fondo de los mares tu vientre se subleva
tus cabellos de sauces comidos por los peces
tu sexo que era trino medusa azul marina
tus senos rescatados por niños marineros
tus manos que orquestaban las sinfonías del mar
del fondo de los mares regresan tus sandalias
y una marea de luna se ahoga en mi nostalgia.

©César Sánchez Beras

Sospecha



Dame el mar verde oscuro que se cuece en tus párpados
cuando tu boca hechiza el ángel del regreso
dame el rastro del sueño
que corre en tu cintura
el rincón donde mueren los últimos presagios
y toma de mi sangre
el suicidio postrero donde se anuncia el alba
la espada indescifrable que convierte los cuerpos
en la hoguera perpetua de todos los milagros
toma de mí la angustia
el bolero inefable que proclama tu ausencia
dame el mar que se ahoga cada noche en tu pecho.

©César Sánchez Beras

La noche termina en tu cintura



Vengo
de la tercera orilla de una aurora
del límite de un sueño irrepetible
de la ceniza azul de una quimera
yo vengo del ocaso
de la muerte de Eros
pero mis manos vienen de la mansión del viento
de las alas terribles de un viejo plenilunio
en donde el beso pierde su huella y la memoria
vengo de tu cintura
de tus pupilas vengo
como un ángel roído después de la victoria
regreso de la lluvia primera de tu estío
de tus labios herejes
de tus muslos ardiendo
de la llama febril del último deseo.

©César Sánchez Beras

Yo soy el que tirita



Yo soy el que tirita
en la sangre desnuda del ángel que se quiebra
el párpado roído que se busca en tu rabia
el címbalo que embriaga la fuga de tus huellas
y tú eres el retorno
la espada de Damocles
la estatua que se incendia bajo el ojo del ave
el verso que trasmuta el arúspice ciego
el cadáver que sueña la mirada del búho
el húmedo crepúsculo que cae de la cintura
yo soy el que se muere cada noche en tu seno
el que reinventa el duende
que danza en tus orillas
yo soy el que se incendia contigo en el regreso.

©César Sánchez Beras

Poema 13



Todos estaremos en el muelle
deshojando una gaviota simple
para esperar los últimos viajeros
seremos manecillas cronometrando el vértigo
alas quebrándose en el ojo
bitácora común de la llovizna
que se pierde en la brizna del acecho
será simple el barro de los días
abundante el seno de la gracia
lumbre primigenia del reencuentro
otoño de sílabas erectas
redención agitando el antifaz
el lívido presagio del retorno
será dulce la vejez de la nostalgia
la timidez del agua agua agradecida
la miarada redonda del poema
el canto arrodillado de la espada
todos estaremos en el muelle
y si sobra tiempo viviremos
polvo común de todas las especies.
Yo soy el que se incendia contigo en el regreso.

©César Sánchez Beras

Poema 12



Que la muerte se ponga su vestido
azul corola mar
corola agreste
que la vida devuelva sus presagios
en la hora pesarosa del amante
cuando el seno es ámbar y cigarra
y la mano destierra el sortilegio
redención antifaz y profecía
que la mano desdiga lo que escribe
solamente nos es dable la agonía
gaviota reducida a la negrura
golpe que sujeta el desenfreno
del que gira eternamente en los relojes
¿de quién es esta espina
que abigarra el dolor de los espejos?
¿a dónde vuela el cieno
que puebla el laberinto de los ojos
abulia que degrada los silencios?
que la muerte se ponga su vestido
que la vida devuelva sus presagios
en la hora pesarosa en que el amante
es arrastrado por las aguas del deseo.

©César Sánchez Beras

Poema 11



Tu boca es ábaco y quietud
aguijón que dibuja el rito de una esfinge
sirena que deambula con su llama perpetua
mi mano es un presagio que tirita
huella desvaída de lo inicuo
murciélago fluvial retama címbalo
el seno es minotauro
es arca que se rompe
el ojo es un incienso que corroe.

©César Sánchez Beras

Poema 8



Su voz era un espejo saliendo de las aguas
un rito de sombra la oquedad
un cántico brillante la negrura
su mano era un quejido que incendiaba
un presagio difuso de agonías
como un ala de ángel que se quiebra
desbordaban sus ojos los límites del sueño
como un salmo en ascenso
o una cintura azul convocando la lluvia
ese onceno milagro que se pudre en el beso
como una llaga hostil tatuándonos las sombras
su voz era un espejo saliendo de las aguas
un cuchillo fluvial
una danza terrible
la copa en que se ahogaban los pasos del regreso.

© César Sánchez Beras

Poema 6


Tú llegabas sin rostro
corriendo de espaldas hacia un abismo
detenida en un reloj que te nombraba
llegabas con el viento
demiurgo de la ausencia que me busca
profeta de la luz conjuro y símbolo
arúspice profano que me besa
en cada tañido de campanas
tu llegabas cantando el himno del regreso
otro era el que ataba tu cintura
era otra la muerte
el cadalso era un espejo azul era la espada
con la que tu vencías los tiempos soberanos
tú llegabas derritiendo fantasías
arrodillando sombras destituyendo dioses
tus manos transpiraban sinfonías
por eso te recuerdo cuando llueve
el verso estaba cayendo de la luz
había un cuento de Borges en tus ojos
la boca era un resquicio cristalizando llamas.

© César Sánchez Beras

No tuve otro camino



No tuve otro camino que no fuera
la agonía de las algas que perecen
bajo las velas azules de los muelles
frente a los soles quebrados de septiembre
me fue preciso
locura adentro quitarme las gaviotas
callar el orfeón que va en la sangre
negarle a mis vísceras la rabia
reconstruir la palabra sortilegio
no tuve otro camino que no fuera
devolverle mis pasos a tu olvido
subirme al antifaz
endurecerme
desmontar los dioses que se erigen
en el mágico preludio de las sombras.

© César Sánchez Beras

Cuando ella besa



Ella puso su lumbre sobre mi boca hueca
y se llenó mi sangre de pájaros y soles,
ella sembró de nidos los ojos de la lluvia
y de mis manos toscas brotaban caracoles.
Ella puso su lengua sobre la nueva herida
y se rasgó en fulgores mi vieja cicatriz,
su lámpara cantaba una canción marina
con estrofas de algas, de peces y de raíz.
La noche se quemaba en sus ojos de ángel
mientras su boca hurgaba mis nuevos aquelarres
con la llave de un sueño que vive en la otra edad.
Su dicha era una bruja que con ojos vendados
desataba en mi boca los últimos conjuros
con una lluvia nueva nacida de los pájaros.


©César Sánchez Beras

En el fondo



Te pido que me quieras como yo soy por dentro
que atravieses resuelta la epidermis inmunda,
que igual como quien busca en las aguas profundas
descorras mis cortinas, que me enturbies el fondo.
Te pido que me veas en el cristal más hondo
que quites las escamas que bosquejan mi ser,
que destejas mi sombra, que me quites la piel
que quites las escorias del metal que yo soy.
Te pido que esta vez abandones la orilla,
que me laves el fango, que descifres mi arcilla,
que transiten tus manos mi costado sediento...
Y verás que en el fondo de mí mismo, un espejo
repite con su luz en múltiples reflejos,
tus ojos que me miran en el que soy por dentro.

©César Sánchez Beras

Regreso



Si me muriera hoy, entiérrame desnudo,
Para andar en la arcilla como no lo hice nunca,
Dejando mis angustias colgando en los balcones
Viajando en cada savia de las viejas raíces.

Si me muriera hoy, entiérrame desnudo
Y que sólo repiquen cual lejanas campanas
Tus senos de albahaca y tu ombligo de ámbar,
Porque sería la parca umbral y regocijo.

Si me muriera hoy, la muerte sería un canto
Con las estrofas largas de tus piernas abiertas,
Con el altar hermoso de tus senos profanos.

Si me muriera hoy, entiérrame desnudo,
Para buscar tu cuerpo a través de la tierra,
Y desandar contigo el regreso hacia el polvo.

© César Sánchez Beras

domingo, 18 de diciembre de 2011

El mago

Paradojas del deseo. Manuel López Olivares
Se hacía llamar Akin el Mago, pero antes en otros poblados, había probado suerte, llamándose Sandokán, Kalim y el Príncipe Absalón. A sus 70 años, sus cansadas piernas ya no le permitían subirse al monociclo y hacer las suertes de antaño. El glaucoma avanzado había dado cuenta de sus ojos antiguamente vivaces y sus manos temblorosas ya no permitían la agilidad necesaria para el malabaris ...mo. ¿Pero, qué hacer? Había venido rodando de pueblo en pueblo, fracasando en todos los escenarios improvisados para sus actos, ya no le funcionaba el viejo truco de rebautizar la función con nombres estrambóticos. Su fama de mago mediocre había cruzado los linderos y su ganada fama de mago malo, llegaba antes que él a los pueblos que celebraban fiestas patronales. Pero había que intentarlo todo, había que gastar el último cartucho de la esperanza y conseguir unos cuantos pesos para seguir muriendo. Logró que le rentaran una antigua sala de cine de pueblo y con una promesa futura de pago, comenzó a promover que ese mismo domingo que “el poblado de Altamira conocería los increíbles actos de magia y las prestidigitaciones del mejor mago del mundo…”. Cinco minutos antes de la función solo había en el recinto, tres niños sentados en la primera fila, a la hora señalada para el inicio, sumaban 20 personas adultas y 12 pequeños, pero el mago, se dio un poco de tiempo para conseguir más dinero por las entradas. Justo media hora después del tiempo señalado para la función, apareció con un semblante entre triste y esperanzado, con la rara aura de quien vislumbra una caída, envuelto en una capa que en un tiempo fue azul turquesa, y un turbante de una blancura difusa. Comenzó con el viejo truco de la carta marcada, pero un parroquiano voceo desde el fondo, antes de que Akin terminara, que la carta estaba en la manga derecha. Akin ni se inmutó, estaba acostumbrado a esos percances. Continuo con la suerte de la moneda que desaparece, pero ahora, fue una mujer de aspecto agresivo, que gritó: “…Yo he visto esa vaina tantas veces, que lo hago mejor que él, la moneda está en el hueco de la otra mano…” La risa de la audiencia casi desarma la voluntad de Akin. Esta vez el mago se jugó su mejor carta, prometió sacar de su sombrero el animal doméstico que pidiera alguien del público, pero no lo dejaron continuar, todos empezaron a salir de la vieja sala del cine, primero los más adultos, luego las mujeres y por último algunos niños. Akin miró la estampida y se derrumbó para siempre. Cerró los ojos y se echó a llorar en uno de los bancos de la primera fila, y no pudo darse cuenta, que una niña que se negaba a abandonar la sala, fue la única testigo de su último y verdadero acto de magia: de sus ojos de viejo, junto con las lágrimas de su fracaso, brotaban conejitos de colores, mariposas azules, y unos sapos verdes con lunares negros, que se perdían bajo los bancos del viejo cine de Altamira.

©César Sánchez Beras

Veinticuatro/siete en Najayo

Por César Sánchez Beras


Los que visitan la cárcel de mujeres de Najayo en la República Dominicana, desconocen su verdadero nombre. Como si fuera una máquina, trasiega como autómata entre la selva de cemento y barrotes en que reside desde hace más de tres años. Voltea la cabeza pero pocas veces habla, apenas interrumpe su camino, cuando alguien la menciona, con el nombre de batalla: 24/7.

Tiene un nombre grabado a pocos centímetros de donde comienza el hombro. Está escrito con letras desiguales, y su caligrafía accidentada indica que fue hecho cuando todavía el tatuaje no era un elemento decorativo en boga, sino una marca, una cicatriz, una rúbrica de sangre que indica la pertenencia, la esclavitud o el sometimiento.
Estas notas son el fruto de las infidencias de una amiga de infortunio, vivieron puerta con puerta, en la misma casa del barrio de Baracoa, en el viejo Santiago de los caballeros.

“Te quiero 24/7”, dice la amiga, que su pana de longtime, decía cuando el marido, hombre macho masculino, llegaba de noche y la golpeaba alegando unos celos que escondían su verdadera frustración. Te quiero 24/7, es decir todo el tiempo, todo segundo, toda la miserable vida, que le tocaba vivir al lado de la bestia que la maltrataba.

“Te quiero 24/7”, decía en la mañana, evadiendo los golpes, las bofetadas, que llovían de las manos ágiles y gruesas del proxeneta que la usufructuaba. “Te quiero 24/7”, repetía en las tardes, cuando aún no había conseguido lo de la comida, cuando todavía no tenía lo de llevarle a la madre enferma, cuando todavía no tenía lo de alimentar a los dos muchachitos. / “Te quiero 24/7”, gritaba en la tarde cuando rogaba para que él no la golpeara, porque no había conseguido lo de comprar el Brugal de mayita, que lo hacía sentir más hombre.

Ella misma parece no recordar su nombre, como si quisiera borrar todo lo que ha sido, todo lo que ha sobrevivido, todo en lo que se ha convertido su existencia. Si le preguntan el nombre, ella misma responde con los dígitos que la anuncian en su dominio conocido como Cárcel de Najayo

Cuando todavía no usaba sus números como vocativo, decidió cambiar de vida. Se miró al espejo y no se reconocía, no tenía brillo en los ojos, no tenía luz en el pelo, no tenía alegría en la sonrisa, la mueca que le devolvía el cristal, la máscara de espanto que se instalaba en su rostro, por primera vez le advirtió que estaba enferma por fuera y por dentro.

Por eso decidió marcharse. Dejo los muchachos con la abuela, con la promesa de mandarlo a buscar tan pronto se acomodara en algún sitio en la capital. Iba llorando cuando la Metro salió de Santiago y ella dejaba atrás, toda su vida, es decir los hijos, la abuela, el pueblo, la infancia, toda la vida, porque ella ya se sentía difunta.

Empezó de cero una nueva vida que prometía ser distinta. Como empleada de quehaceres domésticos duró muy poco, luego saltó a mesera de restaurante chino, de ahí a vendedora de café y cigarrillos en la entrada de los cines, vendutera de frutas, de lencerías baratas, de dulce de maní, de yaniqueques, hizo de todo por no volver a Baracoa, pero no lo logró.

Hasta la capital llegó el largo brazo del infortunio con la cara del macho que la creía de su propiedad. Cuando la encontró en los alrededores del Parque Enriquillo, los golpes llegaron primero que las preguntas. La arrastró salvajemente halándola por los cabellos hasta el cuartucho donde apenas cabía una cama “Sándwich”, una mesita de noche y una estufita.

Lo calmó con la paciencia y ternura que solo una mujer desesperada puede tener. Le prometió hervirle unos plátanos con huevos, le dijo que harían el amor como antes, que volvería a Santiago, que la perdonara, que no la golpeara tanto, que estaba enferma, que era la madre de sus hijos…

Cuando Joaquín Martínez, el macho omnipresente que la perseguía, sucumbió ante la borrachera, ella lo miró largo rato en silencio, lo veía tan placido en su sueño que hasta lo creyó bueno en el fondo. Unas gotas de sangre que la caían de la nariz, bastaron para cambiarle el destino a su encuentro.

Se vio tan desecha, tan destrozada, preparando la cena del verdugo de toda su vida, que la cegó la maldad de un pensamiento. Tomó el cuchillo que apenas tenía filo para cortar el vegetal, y le dio un tajo violenta justo donde comenzaba el cuello de Joaquín y sin soltar el arma, lo vio saltar del camastro, agarrarse el gaznate, gritar como un chivo, y caer frente a ella entre espasmos y estertores.

Cuando llegó la policía, unos curiosos que habían llegado, la agarraban por las manos, mas por sostenerla que por detener su huida. No quería correr, no quería hablar, no quería mirar, solo quería dormir, dormir por mucho tiempo, pero el sueño no llegaba…

En Najayo todos la respetan. No la aman y eso no le extraña porque nunca ha sido amada, pero respetan su pasado, su determinación de enfrentar para siempre su desdicha. Nunca habla con nadie, tuve que rogarle que me contara su historia, aunque no tuve valor de preguntarle por qué mantiene encima de la cama improvisada donde duerme, una foto en tamaño mediano en donde aparecen sus dos hijos y el difunto Joaquín Martínez. En el reverso de la foto ella escribió de su puño y letra, Los quiero 24/7.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Dende que te vi lavando

César Sánchez Beras

  
Dende que te vi lavando

en la rivera dei río

no puedo ta’ entre ei bojío

y sólo vivo penando.

La jente me ve aguaitando

dende que va amanecei

a vei si te puedo vei

poi la vera dei conuco

caigando en ei babonuco

ei agua pa tu bebei.



Ei agua pa tu bebei

ei pañuelo que te alisa

y de tu monte la brisa

también yo quisiera sei

yo me quisiera metei

para gozai de lo tuyo

cuai si yo fuera un cucuyo

averao en tu ventana

y nos jalle la mañana

liao cual soga de andullo.



Liao cuai soga de andullo

quisiera pasai la vida

como fiera en su guarida

atesorando lo suyo

y ecuchai como un arrullo

en mi loma encaramao

la música dei Cibao

tocá poi cuaiquiei amigo

pa’ yo borraite ei ombligo

con un Perico Ripiao.

  
Con un Perico Ripiao

y una mujei como tú

sólo le pido salú

ai tiempo que me ha tocao

ei que nace en ei Cibao

tiene la dicha de vei

una diosa hecha mujei

atravesai su conuco

caigando en su babonuco

ei agua para bebei.
  

Coro:
Dende que te vi lavando

En la rivera del río

Andan solito y penando

tu pensamiento y el mio

Letras ( Décimas de CSB)
Música ( el autor tiene la melodía andamos).

martes, 6 de diciembre de 2011

La navidad definitiva

Por César Sánchez Beras 

http://haciendofotos.com/
   
“... Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:  que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.  Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.  Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: !Gloria a Dios en las alturas,

    Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!...”
 Lucas, 2: 11-14 ( Edición Reyna-Valera 1960)

Posiblemente ninguna otra festividad sea celebrada tan uniformemente como es celebrada la natividad de nuestro señor. En todos las culturas, en todas las lenguas, en todas las épocas, la navidad es una fiesta que aglutina a las familias, a los miembros de las colectividades, a los comerciantes, a los cantantes, a los artistas, a los diseñadores, a todos los eslabones de la sociedad. 

Pero tanto la navidad como fiesta sagrada,  como la navidad como  momento de paroxismo  comercial de la temporada, está atravesando por grandes sacudidas en sus raíces. Su lugar de nacimiento desde el punto de vista geográfico es todo un rompecabezas teológico, pues el nacimiento del señor ocurre como hecho físico, en un territorio que  al momento de recibirlo, ya presentaba convulsiones sociales y políticas.   Su venida anuncia el nacimiento del salvador del mundo y el regocijo de la providencia con los hombres de buena voluntad, pero fue recibido y juzgado por una sociedad que no entendió su mensaje de amor y que aun hoy, dos mil años después, todavía se muerde la cola, en una circularidad viciosa, de violencia, ingratitud, negación y fanatismo. 

Nada ha valido el simbolismo de nacer en un pesebre, él, que es rey de reyes y señor de señores. Nada ha valido el ejemplo de venir a cumplir la ley y no ha transgredirla, él,  que nació del Dios vivo, creador de cielos y tierra y de quien se necesita el permiso, para que una hoja caiga en otoño, o una nube se desgrane en aguacero. Nada ha valido su prueba de humildad, de comer con los infieles, lavarle los pies a los alumnos, ser justo con la pecadora o cenar en la casa de un recaudador de impuestos, los  que los seguimos nos empeñamos en tener las pompas que él rehusó y sentarnos primeros a la mesa, cuando a los llamados  se le niega la puerta de entrada.

Nada ha valido su mensaje de acción basándose en dar sin recibir,  a no escribir libros, sino hablarle “cara a cara”  a los sedientos de la palabra tierna, a no tener ejercito ni espada, que impongan sus verdades, sino poner la mejilla para que la verdad se imponga sola. Hoy que con dos mil años de ver su ejemplo y escuchar su palabra nosotros  pedimos prueba sobre prueba de  su amor como si fuera un rigor científico, mientras negamos la convicción del centurión que no pidió la prueba del milagro, sino la promesa contenida en su palabra, para que donde se encuentre el mal, por su nombre poderoso, se acabara. 

Duele tanto ver la parafernalia en torno a su nacimiento físico, como duele ver la ceguera en torno a  su nacimiento diario. Porque la natividad es a fin de cuentas un milagro repetido del amor, un hecho repetido hasta el infinito, pues Dios nace cada vez que cumplimos nuestro deber de padre, nuestra obligación de hermanos, nuestro mandato de amigo, nuestra obligatoriedad de ciudadano, nuestra responsabilidad compartida de miembro  de la raza humana.

Por eso debemos de ejercitar nuestra celebración navideña, reinventarla como mito y como realidad, rediseñar nuestro espíritu de celebración y ampliar la cobertura de nuestras alegrías. Que por cada bombilla que adorne nuestra casa, demos una bendición por lo recibido y lo por recibir. Que por cada tarjeta navideña que enviemos, agreguemos al mensaje un “ Dios te bendiga”, que por cada regalo bajo el árbol de pino de nuestra sala, demos un abrazo sanador a quienes se sienten abandonados en la cuesta abajo de la vida, que por cada bocado que degustemos en la mesa con nuestra familia, pidamos de corazón que no le falte comida al resto de nuestros hermanos en todos los rincones de la tierra.

Quizás y solamente quizás, el nacimiento sea enteramente cierto y no este dolor que presumo en la cara del que vino a ser mediador entre el padre y los mortales. Cada fusil que apunta al pecho de nuestro semejante es sin duda un dolor que se encona en el pecho omnisciente del creador. Cada niño que deambula sin hogar, sin asistir a la escuela, sin haber comido en días, es un pequeño Dios que deambula en procura de que lo veamos en ese que excluimos con nuestras ambiciones.
  
Porque la navidad no será definitiva hasta que sea justa y proporcional para todos. La navidad será  una ración de felicidad que  ofende a quien la inspiró con su llegada, mientras unos mueran por hartazgo y otros por carencia.
  
 Pero debemos celebrarla en su honor  con júbilo sincero y con  conocimiento de causa. Debemos celebrarla con la esperanza de  ser mejores y con la voluntad de lograr la igualdad social, que anuncia la igualdad espiritual ante el Dios verdadero. Solo compartiendo la alegría seremos acreedores de la felicidad, pues la vida es un don que compartiéndolo es que se merece.
  
Esta navidad nos encuentra en un mundo convulso, entre guerras fraticidas y hambrunas y enfermedades. Nos encuentra en medio del desasosiego de no saber si despertaremos en medio de una hecatombe mundial o de un cataclismo de la naturaleza. Pero esta navidad es un milagro repetido y la certeza inequívoca de que Dios aun confía en la capacidad de regeneración de sus siervos. Celebremos la navidad, con gozo, con regocijo y con la convicción de que nuestra ventura  tiene por costo, que los demás también alcancen la dicha, pues nadie puede reír completamente si olvidamos  que el que llora a nuestro lado es definitivamente nuestro hermano.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El regreso a la patria omnipresente

Cesar Sanchez Beras



“ ... Ahí estaba el Bar Roxy, allí el comedor de Paco y detrás de ese puesto de guaguas Radio Guarachita. Quién es el dueño ahora de la casa de Balila, la que vendía yaniqueques en la mañana, la hermana de Juana la que vendía lengua de vaca en las noches... está aun el Comedor Alma Llanera en la 20, la Marisol todavía cierra a las 3 de la mañana, aun tiene Blanquiní el mejor mondongo de la capital... quien hace los Pasteles en Hojas de San Cristóbal ... quien tiene el puesto de galletas en Ocoa...venden masas de cangrejo en la Punta Pescadora... quien es el encargado del BByVT... quedan chinos en Bonao... Félix el carnicero está en Tenares... Yeya tiene la casa de cita en Romana... es verdad que en San Juan cerraron el Tupinamba…”

Preguntamos... preguntamos, a sabiendas de que nos dolerá la respuesta. Porque la vida se marchó irremediablemente, se fue igual que el río griego donde se bañaba Heráclito, pues nadie verá más la ciudad que hemos perdido, como nadie se bañó nunca dos veces en las mismas aguas del río griego. 

Sólo quienes partieron , solo quienes se han ido pueden ver la ciudad que ahora les nombro, los que la habitamos, los que nos descomponemos bajos las bengalas del recuerdo , los que nos atragantamos de enojo porque el país sigue igual, solo para nosotros existe ese patria suspendida en unas coordenadas del pasado, los que habitan la Isla, no se han dado cuenta que es otra patria , que la de nosotros esta cuajada en la mañana en que nos fuimos en Quisqueyana de Aviación, en la tarde en que nos prestaron unos papeles para buscar el sueño americano, en la noche en que salimos por la puerta grande, porque todo el mar de Miches era nuestro, en la impronta de argonautas improvisados. 

El regreso es imposible, el retorno que prometía Machado, será en otro momento de la historia, ahora, es improbable que detengamos el tiempo y demos marcha atrás para que recuperemos el pasado que nos dice adiós desde las fotos amarillentas de los calendarios, en el cuadro de la niña que no termina de sacarse la espina del dedo de los pies, como nosotros no terminamos de darnos cuentas de que volver es mas doloroso que el tango del Morocho, pues llegaremos con la frente marchita, con la nieve del tiempo en el corazón despedazado. 

Ahora tenemos que recomponer los pedazos de ciudad que todos llevamos dentro, rearmar este rompecabezas citadino que nos atosiga, porque nos quedamos petrificados en un recuerdo que nos niega, en una época que sólo puede vivir en la memoria y que no será valorada por los que están ahora ni los que vendrán, porque la nostalgia es un bien que se compra con jirones del alma, y los nuevos dueños del espacio que una vez fue la ciudad, pertenecen a otra suerte de país que se llama la modernidad y la vida del futuro.

Algunos volverán al litoral de Nagua, al recuerdo del “pecaoconcoco”, a Matancita, a la Capitalita, a la Poza de Bojolo, al Cachón de la Rubia, otros regresarán a la Higuey , con la vieja promesa de que si me da mi rancho, voy “vestio de blanco y sin zapato” , otros volverán a Barahona, pues creen que aun está Margot en la playita Saladilla, o que Mecho, tiene el puesto de tilapia en Los Patos. Los más volverán a la capital, al kilómetro cero, a la serie palito, a donde se hacen los cheques, donde vive Dios, porque lo demás es monte y culebra.

Pero no lo saben, lo doloroso es que no lo saben, que ese país no existe, que ya no lo será nunca más, que somos una suerte de parias, porque tenemos que andar con una patria portátil, esa que sacamos frente al City Hall, cuando cumple años Duarte, o la que se reinventa como pañuelo o como taparrabos , como adornos tricolor en las fiestas hispanas.

Si, ya lo sé, algunos volveremos de todas maneras, porque solo hay un pedazo de planeta en donde no somos extranjeros, volveremos para convencernos de que era casi posible el hermoso milagro de ser otra vez dominicano por sangre y por territorio, volveremos a esa palabra difusa y mal entendida, a ese vocablo manoseado y moribundo, a ese sustantivo que nos une y nos separa... si volveremos a la patria alguna vez.
Pero mientras tanto:

Donde quiera que te encuentres,

podrido de nostalgia
o velado de inocencia,
si escuchas la palabra extranjero
reinventa el destino de volver
que “ Dulce et decorum et pro patria mori”
aunque sea por las banderas del destierro.

allí donde te encuentres.

Sobre nieves de ausencias
o soles de regresos
sobre góndolas vírgenes
o canoas de silencios
regresa a las morenas
sonrisas de los puertos
a las tardes teñidas
color de azúcar parda
al campo que guerreando
despunta en el boyero.

Donde quiera que el pecho
se desplome de angustias
en el momento justo
de escuchar al recuerdo
desgarra las banderas,
desentume los remos
y regresa a la sangre
que llama desde el viento
entona con las velas
una canción de orgullo
una canción de peces,
de flor, de mar caribe
una canción por todos
los que van de regreso.

Donde quiera que estés
no faltes a la cita
con el deber de ser
el mejor de los hijos
o el peor de los nuestros

allí donde recibas el llamado fraterno
no dejes de ser todos nosotros
cada vez que te digan extranjero.

martes, 29 de noviembre de 2011

Homenaje a Israel Sánchez Oviedo

Algunos momentos de una vida recta.

Hasta luego querido viejo. Si nuestras vidas hoy tienen flores que mostrar, se debe indudablemente a tu raíz. La muerte se agazapa en los recodos, la muerte se subleva en los altares, la  muerte es el afán de todos. Pero sobre los que se aman, la muerte nunca tiene señorío.  
 

“…Quién es el dueño de tus miradas 
el que cautiva tu ser en embeleso, 
quién te despierta por las madrugadas 
con el eco repetido de  los besos…”

“La vida me enseñó a reír la  pena. Me enseñó a llorar las alegrías. Me enseñó a defender la causa ajena, defenderla hasta mi última agonía…”
“…Dale  un espacio a mis ansias locas,
para conjugar contigo mis anhelos,
que el destino de mis besos sea tu boca,
y tus ojos sean estrellas de mi cielo…”

“… Los años pasan imperceptiblemente con su ritmo,
y nuestra unión cada día más se afianza,
mostrándole a los hijos el verdadero camino,
del  amor, la moral y la confianza…”

“… !Oh tiempo! injusto e inclemente 
que hasta al mineral le causa estrago…”

“… Las alegrías hacen cicatrizar mi herida 
porque caminamos los mismos senderos…”

“…Primavera… canto de aves en la albura 
besos de las lluvias caídas en la pradera…”

“…En tu alcoba existen de mi nombre los vestigios 
quizás algún poema carcomido por los años…”

“…Como ese sol perenne que siempre nos alumbra,
estoy  en cada página del libro de tu historia…”

“… El hombre nace, vive y muere,
sin saber si el tiempo lo podrá retornar…”

“… Llévame a la gloria sin hacer objeción,
quítame esta agonía que me devora…”

“…Lo que se hace sin él no es perfecto,
tiene que nacer del mismo corazón…”

“… Convertiste mis fuentes en cenizas,
con la prosa que saliera de tu boca…”

“…Ya no eres para mí Alfa y Omega,
ni la rosa náutica de mi nave…”

“… En ti he puesto todos mis embelesos,
fraguando una amorosa confluencia,
cuando estés dormida te despertaré con besos 
si te alejas lloraré tu  ausencia…”

Hasta luego, viejo. La eternidad es un paso breve, para recordar tu ejemplo.
Todos los textos entre comillas pertenecen al libro
“REMEMBRANZA DEL OCASO” , del  poeta Israel Sánchez Oviedo
(5 Nov. 1927- 28 Nov. 2011).
Fotos y  montaje realizado por su nieta Katie Mercedes Sánchez.