Ella puso su lumbre sobre mi boca hueca
y se llenó mi sangre de pájaros y soles,
ella sembró de nidos los ojos de la lluvia
y de mis manos toscas brotaban caracoles.
Ella puso su lengua sobre la nueva herida
y se rasgó en fulgores mi vieja cicatriz,
su lámpara cantaba una canción marina
con estrofas de algas, de peces y de raíz.
La noche se quemaba en sus ojos de ángel
mientras su boca hurgaba mis nuevos aquelarres
con la llave de un sueño que vive en la otra edad.
Su dicha era una bruja que con ojos vendados
desataba en mi boca los últimos conjuros
con una lluvia nueva nacida de los pájaros.
©César Sánchez Beras
©César Sánchez Beras
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