No me duele la ausencia de tu risa de otoño
ni tu boca guerreando sin duelo en la penumbra.
No me duelen tus manos que aprendieron mi cuerpo
ni mis manos de tierra que en tu piel fueron lluvia.
No me duele este irme del fondo de tus pasos
ni tu irte del fondo de mis noches vacías
Me duele este quedarme en las mismas congojas
sin los pájaros nuevos que inventó tu alegría.
Yo no niego las flores que nacieron por verte
ni la música cómplice ni la tarde que hiere
en la canción de Silvio o el cuadro de Van Gogh.
Lo que duele es mirar perderse tu tranvía
embriagarte de sombras y allá en la lejanía
beberte el mar grisáceo que mi angustia inventó
©César Sánchez Beras
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